Educación de personas adultas y cambio climático

El cambio climático, causado por nuestro consumo de energía, la sobreexplotación de los ecosistemas y los patrones de consumo y producción insostenibles, amenaza con deshacer gran parte del progreso que se ha logrado. El cambio climático afecta la seguridad alimentaria y el suministro de agua a través de patrones cambiantes de precipitación e impacta en la infraestructura a través del aumento del nivel del mar y de la creciente intensidad de tormentas, inundaciones y sequías.
A medida que aumentan los daños, las economías tendrán que trasladar los gastos al socorro en casos de desastre y alejarlos del desarrollo social, lo que significa que el progreso realizado en el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de 2000 podría retroceder rápidamente.

Si bien existen numerosos instrumentos políticos y soluciones técnicas para mitigar y responder al cambio climático, cambiar el comportamiento de las personas y las organizaciones será el componente más crítico del proceso.

Si bien se propone la educación como el mecanismo más eficiente para cambiar el comportamiento y mejorar la alfabetización climática, no está claro cuál es la mejor manera de impartirla. Si bien muchos programas educativos han realizado un excelente trabajo en la construcción de conocimientos sobre las causas del cambio climático, existe poca evidencia de que este conocimiento sea suficiente para cambiar los comportamientos responsables del cambio climático. Además, las políticas educativas tienden a dirigirse a los jóvenes y rara vez abordan la alfabetización climática del público en general. Mientras tanto, la cantidad total de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera producidas por la actividad humana sigue aumentando.

«Aprender a saber» y «Aprender a hacer»

Las políticas educativas no deben centrarse únicamente en las causas y los impactos del cambio climático. Si el objetivo final de la educación sobre el cambio climático es necesario cultivar personas capaces de utilizar el conocimiento para cambiar comportamientos ambientalmente insostenibles o aprender nuevos comportamientos adaptativos; entonces el contenido curricular debe incluir componentes que se centren en las opciones de mitigación y adaptación tanto a nivel individual como comunitario.

Además, las políticas curriculares no pueden considerarse suficientes si simplemente apuntan a desarrollar un “pensamiento crítico” sin ningún vínculo con soluciones viables sobre el tema. Este tipo de modelos de política curricular a menudo conduce a una brecha cognitiva: los estudiantes adultos tienen un alto grado de conocimiento teórico sobre el cambio climático y las posibles soluciones (aprender a saber), pero tienen pocas competencias para implementar estas soluciones (aprender a hacer).

Un plan de estudios particularmente adecuado para traducir el conocimiento en acción es la educación para la ciudadanía. Si bien las ciencias naturales y la geografía a menudo enseñan las causas del cambio climático, la educación para la ciudadanía tiene un gran potencial para cultivar agentes de cambio que no solo visualizan sino que también promulgan soluciones al cambio climático. El concepto actual de educación ciudadana no solo incluye sino que también va más allá del marco político-legal e implica el desarrollo de una ética de derechos y responsabilidades compartidos, teniendo en cuenta la toma de decisiones grupales, la identidad, la diversidad, la justicia y la equidad. La comprensión del cambio climático y el vínculo entre el entorno natural y las instituciones cívicas debería ser un componente crucial de cualquier plan de estudios de ciudadanía.
Las habilidades ciudadanas relevantes para el cambio climático deben incluir:

capacidad para reconocer las dimensiones ambientales, sociales y económicas del cambio climático;

capacidad para conectar acciones e iniciativas locales con procesos globales, y;

capacidad para pasar del análisis a la acción sistemática sobre el cambio climático.

Las políticas curriculares que fomentan el aprendizaje-servicio (aprendizaje en el que las personas adultas participan en actividades y proyectos comunitarios) son un elemento importante para incorporar el tema del cambio climático en la educación para la ciudadanía. El aprendizaje-servicio asegura un enfoque equitativo tanto en el servicio prestado como en los resultados del aprendizaje.

Este enfoque también permite a la comunidad educativas, administración, personal y partes interesadas de la comunidad, desarrollar sus propias competencias para responder al cambio climático. Esto genera una cultura de competencia para la acción tanto en las instituciones como entre los individuos que las integran.

Involucrar a la sociedad

La creación de políticas educativas para personas adultas enfocadas en mitigar el cambio climático es especialmente urgente considerando la relación entre la edad y las emisiones de GEI. Si bien investigaciones recientes sugieren que la producción de GEI per cápita disminuye drásticamente entre las personas muy mayores (los mayores de 80 años), aumenta constantemente a mediados de los 60 y se mantiene por encima de las emisiones per cápita de los menores de 30 años durante los 70 años. Dado que la esperanza de vida aumenta continuamente junto con las aspiraciones materiales en todo el mundo, es probable que esta tendencia aumente. Si bien la mayoría de las políticas de educación sobre el cambio climático están dirigidas a la juventud, sus emisiones de GEI per cápita son relativamente bajas, en comparación con las de los mayores. Por el contrario, las personas mayores de 50 años están llevando su estilo de vida con alto contenido de carbono a una edad aún mayor.

Serán especialmente relevantes las políticas integrales de educación centradas en la adaptación al cambio climático dirigidas a las personas mayores de 65 años. Educar a las personas mayores sobre este tema no solo es estratégico, sino que capitaliza su capacidad como agentes de cambio dentro de sus propias generaciones y comunidades.

El desafío ahora es dar forma a la educación no formal sobre el cambio climático para personas adultas. Las políticas que fomentan la planificación de ciudades inteligentes, el transporte público y los sistemas sostenibles de alimentos, energía y agua deberán incorporar componentes educativos que involucren directamente a las personas de mayor edad que pueden ser reacias a alterar sus comportamientos o aprender nuevas tecnologías.

Los ministerios y departamentos gubernamentales, las empresas, las organizaciones no gubernamentales y otros actores de la sociedad civil deben trabajar con función pública para integrar las políticas educativas sobre el cambio climático dentro de sus propias organizaciones.